Nicéphore Niépce obtuvo las primeras fotografías exponiendo placas metálicas a la luz de sol, por eso al procedimiento utilizado lo llamó heliografía, del griego helios (“sol”) y grafía (“escritura” o “dibujo”). El nombre definitivo de fotografía se lo debemos a Sir John F.W. Herschel, que acuñó el término en 1839.
El primer libro publicado, cuyas ilustraciones eran fotografías, lo escribió William Henry Fox Talbot y se titulaba “El lápiz de la naturaleza” (Pencil of Nature)
El libro se publicó en Londres en seis entregas, entre los años 1844 y 1846 y el autor, explicaba las muchas posibilidades que tenía esta técnica, no sólo a nivel artístico, si no también en el campo de la ciencia y la investigación.
Henry Fox inventó el calotipo, que es el proceso antecesor al revelado químico tal como lo conocemos hoy, que se basaba en un papel sensibilizado con nitrato de plata que se exponía a la luz y del que salía una imagen en negativo, que posteriormente se podía revelar todas las veces que se quisiera.
Pinkerton, que tras mudarse a Estados Unidos se convirtió en el primer detective de Chicago, fundando su propia agencia de tectives, puso en práctica la fotografía criminal para reconocer a los delincuentes, disciplina que posteriormente sería llamada fotografía judicial y a la que hoy se conoce como fotografía forense. Su objetivo es mostrar detalladamente aquello que escapa a la inspección ocular.
Como curiosidad comentar que resbaló mientras caminaba y se mordió fuertemente la lengua, lo que al poco tiempo le provocó una gangrena que acabó con su vida.
Su inventor y constructor fue George R. Lawrence por encargo de una compañía de ferrocarriles, la Chicago & Alton Railway que quería fotografiar su tren estrella, el “Alton Limited”, al completo (vagones incluídos). Data de los albores del Siglo XX (concretamente del año 1.900). Para ello se optó por crear una enorme cámara oscura que se llamó Mammoth por sus gigantescas dimensiones y que tenía que ser movida por varios hombres (pesaba más de 600 kilos). Su coste fue de 5.000$, una suma muy elevada para aquella época.
La cámara solo podía tomar una única fotografía del tren porque Lawrence no pudo construir más que una sola placa (de 2,5 por 1,2 metros). Lawrence solo tendría una oportunidad.
La fotografía se hizo, y tres inmensas copias fueron exhibidas con gran éxito en la Exposición Universal de París de 1900, y reproducidas también en folletos publicitarios de la compañía ferroviaria que anunciaban: “The Largest Photograph in the World of the Handsomest train in the World” (La fotografía más grande del mundo del tren más atractivo del mundo)
George R. Lawrence recibió por aquella fotografía el Gran Premio Mundial a la Excelencia Fotográfica.
Para terminar, otro dato curioso: los jueces de la exposición pensaron inicialmente que la fotografía era un engaño, puesto que les era inconcebible una cámara tan enorme. Todo se aclaró cuando el propio cónsul francés en Nueva York se desplazó a Chicago y verificó la existencia y funcionamiento de la gigantesca cámara.